El vaso de whisky, sobre la mesa ratona, está casi vacío. La
luz tenue apenas ilumina el lugar. En el sillón que está en el centro del
living, está durmiendo Laura. Borracha, sola, triste. Pensando en su ex novio
Joaquín, quien hace 2 meses se fue sin decirle nada, sin
ninguna explicación, solo desapareció. Dejó únicamente una nota en la mesa del comedor que decía “Cuídate”. Cada noche, antes de sentarse en ese sillón, pone aquella nota en la mesita ratona y la mira, como si ésta le fuera a contar un poco sobre lo que pensaba Joaquín cuando se fue, como si ese “Cuídate” fuese algo más que una palabra. Hace 2 meses sigue con la misma rutina. Laura es escritora, por lo que está mucho tiempo en casa, y ese encierro, en este momento le hace mal, la ahoga, la pone triste. Sus mañanas no son de la misma manera, le gustan las plantas, por lo que todos los días alrededor de las 9 am, se sienta en el balcón de su departamento, donde tiene sus seis macetas, cada una con una planta distinta, a tomar un café ya que al sol todavía no lo ve. Antes se llevaba el diario o la computadora pero últimamente se sienta a ver sus plantas. Una vez llegó a preguntarse por qué se tildaba mirando plantas, por qué la “calmaban” aquellas plantas, y la respuesta fue muy simple. En esas macetas no hay nada de Joaquín, nada que la hagan acordarse de él. Las plantas son exclusivamente de ella. Y eso la ponía bien, al menos durante la mañana. Se niega a tirar algunos regalos que le hizo Joaquín ya que le hacen recordar, según ella, a los mejores años de su vida. Ya sabe que su ex novio no va a volver, aún así, se resiste a olvidar, se resiste a pasar página. ¿Por qué? Se pregunta ¿Por qué te fuiste sin decirme nada? ¿Qué te hice? ¿No era mejor hablarlo? ¿No era mejor decirme las cosas en la cara? Este tipo de preguntas hacia él, dan vueltas en su cabeza, y aún sabiendo que no tienen respuesta, se las sigue haciendo cada noche antes de ponerse a tomar whisky. Después del almuerzo, le gusta ir a dar una vuelta, le gusta caminar por su barrio cuando no hay mucha gente, cuando cierran los negocios. Se siente sola en su casa, pero la soledad de la calle a las dos de la tarde, la reconforta. De alguna manera, le hace bien. Sale a caminar sin rumbo, solo va para adelante. A veces lleva sus cigarrillos y se queda en algún lugar fumando, mucho no le gusta, por el recuerdo que tiene de Joaquín quien también fumaba, pero para los nervios le viene bien. Las caminatas son largas y cargadas de pensamientos negativos sobre sí misma. Es una mujer solitaria que camina desde las dos de la tarde hasta pasadas las cinco, cuando se empieza a llenar de gente el barrio, vuelve a su departamento y ahí se queda encerrada otra vez, hasta que se duerma y un nuevo amanecer comience. Así, día tras día, Laura muere de a ratos y vuelve a revivir la mañana siguiente.
ninguna explicación, solo desapareció. Dejó únicamente una nota en la mesa del comedor que decía “Cuídate”. Cada noche, antes de sentarse en ese sillón, pone aquella nota en la mesita ratona y la mira, como si ésta le fuera a contar un poco sobre lo que pensaba Joaquín cuando se fue, como si ese “Cuídate” fuese algo más que una palabra. Hace 2 meses sigue con la misma rutina. Laura es escritora, por lo que está mucho tiempo en casa, y ese encierro, en este momento le hace mal, la ahoga, la pone triste. Sus mañanas no son de la misma manera, le gustan las plantas, por lo que todos los días alrededor de las 9 am, se sienta en el balcón de su departamento, donde tiene sus seis macetas, cada una con una planta distinta, a tomar un café ya que al sol todavía no lo ve. Antes se llevaba el diario o la computadora pero últimamente se sienta a ver sus plantas. Una vez llegó a preguntarse por qué se tildaba mirando plantas, por qué la “calmaban” aquellas plantas, y la respuesta fue muy simple. En esas macetas no hay nada de Joaquín, nada que la hagan acordarse de él. Las plantas son exclusivamente de ella. Y eso la ponía bien, al menos durante la mañana. Se niega a tirar algunos regalos que le hizo Joaquín ya que le hacen recordar, según ella, a los mejores años de su vida. Ya sabe que su ex novio no va a volver, aún así, se resiste a olvidar, se resiste a pasar página. ¿Por qué? Se pregunta ¿Por qué te fuiste sin decirme nada? ¿Qué te hice? ¿No era mejor hablarlo? ¿No era mejor decirme las cosas en la cara? Este tipo de preguntas hacia él, dan vueltas en su cabeza, y aún sabiendo que no tienen respuesta, se las sigue haciendo cada noche antes de ponerse a tomar whisky. Después del almuerzo, le gusta ir a dar una vuelta, le gusta caminar por su barrio cuando no hay mucha gente, cuando cierran los negocios. Se siente sola en su casa, pero la soledad de la calle a las dos de la tarde, la reconforta. De alguna manera, le hace bien. Sale a caminar sin rumbo, solo va para adelante. A veces lleva sus cigarrillos y se queda en algún lugar fumando, mucho no le gusta, por el recuerdo que tiene de Joaquín quien también fumaba, pero para los nervios le viene bien. Las caminatas son largas y cargadas de pensamientos negativos sobre sí misma. Es una mujer solitaria que camina desde las dos de la tarde hasta pasadas las cinco, cuando se empieza a llenar de gente el barrio, vuelve a su departamento y ahí se queda encerrada otra vez, hasta que se duerma y un nuevo amanecer comience. Así, día tras día, Laura muere de a ratos y vuelve a revivir la mañana siguiente.
En los últimos dos meses escribió poco
y nada. Sus últimos trabajos fueron 2 novelas que se publicaron con meses de
diferencia. La primera, Luna de Montreal,
es una novela romántica, cuya inspiración fue la película Manhattan de Woody Allen, y la segunda, Testigos Mudos, es una novela policial basada en un caso real que
vio por televisión, cuyo caso le llamó
la atención ya que fue un doble asesinato dentro de un barrio cerrado. Ésta
última, la tenía archivada en un disco duro externo y cuando la encontró
decidió mandársela a su editor, quien le aconsejó que primero publique su
novela romántica, ya que no era un género que ella trabajase con regularidad.
Se dedica más al género policial, con algo de suspenso. Incursionó por única
vez en el género del terror con una novela corta titulada La estación en el camino donde narraba los sucesos extraños que
sufrió un muchacho de Neuquén en una estación de servicio en el medio de la
ruta 40. Aparte de las novelas, tiene su espacio para una columna sobre tecnología
en un sitio web. Por mucho tiempo pensó en hacerse un blog y publicar diversas
historias o incluso hasta momentos de su vida que no quiere olvidar pero nunca
llegó a concretar esa idea. Y ahora lo único que tiene ganas de hacer es mirar
aquella nota que le dejó Joaquín antes de irse y emborracharse hasta dormir.
Alrededor de las 8:30 am, suena el
timbre de la puerta. Laura despierta abruptamente por el sonido. Se levanta y
se queda quieta un segundo esperando a que su cabeza reaccione y vuelva a la
normalidad. El whisky no solo le hace estragos en la noche, a la mañana también
y más si se despierta como acaba de hacerlo. Camina hacia la puerta, ve por la
mirilla y no ve a nadie, entonces abre y ve una caja en el suelo. En la
etiqueta superior se ve el nombre de una farmacia. Le parece raro que la
persona que le dejó la caja, no le haya hecho firmar el comprobante de que la
recibió. Mira al pasillo para ambos lados, no ve a nadie, mete la caja a su
departamento y cierra la puerta. Se fija en la etiqueta que está en la parte
superior y ve que dice Para: Nélida Torres, 6° piso, 3°F. Laura vive en el
6°piso, 4°F. Toda la situación le parece ilógica. ¿Por qué el cadete dejaría
una caja de la farmacia, que seguramente tiene remedios, en una puerta sin
esperar a que alguien salga a recibirla? La mañana se vuelve intrigante para
Laura, quien todavía tiene algo de resaca. Levanta la caja y sale al pasillo.
Va a llevársela a Nélida Torres, que vive en diagonal a ella. Golpea la puerta
y espera. Todavía se sigue preguntando como que es alguien deja una caja en el
pasillo sin esperar a que alguien salga a recibirla. La puerta delante de ella
no se abre – ¿No habrá nadie? Piensa. Capaz que por ese motivo dejaron la caja
en mi puerta – Vuelve a golpear y esta vez escucha una voz suave y calmada del
otro lado que le avisa: ¡Ya va! Se queda esperando hasta que la puerta se abre
luego de unos segundos del aviso. Era Nélida Torres, ella la conocía de vista,
la había saludado en varias ocasiones, pero hace meses, Laura recuerda, que no
se la encuentra en el ascensor como antes. Hola Nélida, ¿Cómo le va?, dice
Laura, Mire, dejaron esta caja en la puerta de mi departamento pero es para
usted. Nélida, de unos 55 años, siempre había sido una mujer religiosa. Laura
sabía esto porque en algún encuentro en el ascensor, ella se lo dijo. La señora
miró la caja con cierta emoción y la invitó a pasar. Una vez adentro, Laura
dejó la caja en la mesa del comedor y se sentó en frente de Nélida. La dejaron
en la puerta de mi casa pero no me hicieron firmar nada, solo la dejaron y se
fueron, dice Laura. Es una señal de Dios, dijo Nélida. ¿Una señal de Dios?
Pregunta ella, un tanto sorprendida. Sí, ¿Quién deja una caja de fármacos en un
pasillo así como si nada? Si todas las puertas están señalizadas, no se pueden
equivocar, se entiende que pueden estar apurados los cadetes ¿pero equivocarse
de puerta en un edificio donde todos los numeritos están debajo de la mirilla?
No lo creo. Nosotras dos nos teníamos que encontrar por alguna razón, dice la
señora. Laura siente una extraña sensación de asombro y de incertidumbre. Puede
ser, es lo único que llega a decir. Ella nunca había sido muy religiosa, creyó
en Dios hasta la adolescencia y después empezó a cuestionarse muchas cosas
respecto a sus creencias y a las de su familia, por lo que hoy en día se
considera agnóstica. En el silencio del lugar, la extraña sonrisa de Nélida la
incomodaba un poco. ¿Para qué son los fármacos? Pregunta. Estoy enferma,
contesta la señora, muy enferma. Y espero que estos remedios me den un poco más
de fuerza. Obviamente ganas de vivir no me faltan, pero a veces se hace muy
difícil. Laura nunca había considerado el suicido como una solución y si bien
estaba muy triste como para emborracharse cada noche pensando en su ex novio,
nunca pensó que quitarse la vida sea algo que la ayude a calmar su dolor. Aún
así, sentía que esta señora, Nélida, enferma y con una caja enteramente de
fármacos, tenía muchas más ganas de vivir que ella en este momento de su vida.
¿Puedo preguntar qué tiene? Dice Laura con algo de miedo a que la señora se lo
tome a mal. Tengo cáncer dice, más precisamente leucemia. Y me suelen aparecer
hematomas en la piel, o me siento débil. Es horrible, pero espero que estos
remedios calmen un poco los síntomas. Por eso los pedí en gran cantidad para
que me duren. Laura queda sorprendida
por lo que se acaba de enterar. ¿A vos te pasó algo? Pregunta Nélida, tenes la
cara como si no hubieras dormido bien. Después de escuchar de lo que sufre la
señora, Laura se da cuenta de que lo que le pasa a ella es una pequeñez y hasta
le da vergüenza contárselo. Me dejó mi novio, dice casi en voz baja, hace unos
2 meses se fue y desde entonces no duermo bien, ni siquiera entro a la pieza a
dormir en la cama, me quedo en el sillón. La cara de Nélida cambió
considerablemente. ¿Te quedas a dormir
en el sillón de tu casa porque tu novio te dejo? Pregunta la señora ¿Y si te
llega a agarrar leucemia? ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a mudarte a otro cuerpo porque
el tuyo está dañado? ¿No vas a intentar recuperarlo con miles de fármacos o con
quimioterapia si es necesario? Laura agachó la cabeza y no supo que decir. Ahí
se dio cuenta lo que la señora quería decir con que lo de la caja fue una señal
de Dios y que ellas tenían que encontrarse, para que vea que hay cosas peores y
mucho más dolorosas que una separación. Laura puede salir a caminar como todas
las tardes, puede vivir tranquila sin la necesidad de estar pensando en que
horario debe tomar un determinado remedio, puede sentirse fuerte cada mañana, a
pesar de la borrachera de la noche anterior, y no se daba cuenta de todo esto
hasta que no habló con Nélida, quien aún con el cuerpo dañado, se sigue
levantando con ganas de seguir, con ganas de caminar sin sentirse débil, con
ganas de vivir…
Luego de aquel día, el pensamiento de
Laura cambió rotundamente, se dio cuenta de que puede estar mejor de lo que
está, de que el presente puede ser más doloroso, de que su bienestar no depende
de ningún remedio, sino más bien de su cerebro, que debe pensar de una manera
más positiva. A los días abrió un blog y
lo anunció en sus redes sociales, siendo una persona conocida por sus novelas
publicadas, por sus artículos del sitio web, sus seguidores no tardaron en
llegar a su blog. La primera publicación del mismo era sobre la situación que
había vivido días antes con Nélida, también hablo de que las separaciones en sí
son dolorosas, pero con un cambio de pensamiento, pueden ser sobrellevadas de
otra manera.
“Es obvio que vas a
llorar, pero no hay que extender el sufrimiento, hay que volver a cargar las
pilas y recuperar el autoestima que perdés y más cuando es la otra persona
quien se va. En sí, no importa quién se va, las separaciones duelen y ya, pero
hay que saber levantar la cabeza y seguir caminando a pesar del dolor. Hay
cosas muchísimo peores que obviamente no ves, porque te concentras en tu dolor,
tu egoísmo no se apaga ni un segundo hasta que te encontrás con alguien que
tiene muchas más limitaciones que vos y aún sí lo intenta. Ahí te das cuenta de
que tenes más de lo que pensas.”
Hoy se puede decir que Laura vive tranquila, pudo por fin,
guardar los regalos que Joaquín le hizo porque el querer aún sigue ahí pero ya
no duele tanto. Cuando se vaya por completo de su cabeza, los regalos los va a
tirar, ya pertenecerán al pasado. Los días son más productivos, se puso a
escribir lo que sería su octava novela, un policial sin nombre aún, cuya
inspiración llegó de otra película de Woody Allen llamada Misterioso Asesinato en Manhattan. Escribe luego de almorzar hasta
el atardecer, luego sale a dar una vuelta por el barrio, a comprar comida para
la noche o comida para su gata Mafufa, o sale comprar algún libro nuevo,
también suele comprar sus películas favoritas en DVD’s originales – tiene
muchas, es como su colección personal y según ella, es la herencia que tiene
para sus futuros hijos – o sino simplemente a mirar vidrieras. En la noche,
cena, no toma whisky como antes y se dedica a mirar películas o a navegar por
las redes sociales.
A pesar de que sus días cambiaron completamente, hay algo que
no cambió y no quiere cambiar: sus mañanas. Todos los días alrededor de las 9
am sale a tomar su café en el balcón, ese lugar que siente propio desde que se
mudó con Joaquín a ese departamento. Allí mira sus plantas, esas que tanto cuida,
que tanto adora y que son exclusivamente suyas…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario